La Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz informó que la causa de beatificación de Dante Di Stefano concluyó su fase diocesana y fue trasladada a Roma para continuar su estudio. Es un hito en el proceso que busca elevar a los altares a este laico salesiano que dedicó su vida al servicio de los jóvenes.
Ferviente animador del carisma salesiano, los documentos de la causa ya están en Roma para su estudio.
Dante Di Stefano nació el 25 de septiembre de 1951 en Santa Fe, con una parálisis facial parcial y, al llegar a su segundo año universitario, tuvo que enfrenar la pérdida total de la visión. No dejó que sus limitaciones físicas definieran su vida y fue un ferviente animador del Movimiento Juvenil Salesiano y Salesiano Cooperador, conocido por su compromiso incansable con la educación y el bienestar espiritual de los jóvenes.
Vida al servicio
La producción de Nuevamente, realizada por la Universidad Católica de Santa Fe y la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz, entrevistó a Pablo Toledo, amigo cercano de Dante y presidente de la Asociación Pro-Beatificación.
Pablo compartió cómo aquella ceguera repentina sumió a Dante en una profunda crisis personal y de fe. “Fue un cambio total en su vida en todo plano: moral, físico, espiritual. Un pibe de 22 años que vio truncados sus proyectos, sus sueños… y que se hizo la pregunta ‘¿qué hago ahora?’ Se rebeló contra Dios, se enojó con Dios, ‘¿por qué me pasa esto?’ Tuvo que aprender a bañarse, a comer, a tomar un colectivo, a moverse dentro de la casa en ese estado”, explica.
En medio de esa crisis, un amigo lo lleva a la Parroquia San Juan Bosco, donde lo esperaba el padre José Di Bárbora, “un salesiano ‘santazo’ que lo empieza a llevar adelante, rearmándolo, recibió a un Dante destruido en todo sentido, que llegó hecho un trapito, y le ayudó a darse cuenta de que Dios lo seguía amando. Dante hace un clic en su vida, descubre allí la espiritualidad juvenil salesiana y elige entregar decididamente lo que quedaba de su vida por los jóvenes, para llevarles el Evangelio”, narra Pablo.
Santo de la puerta de al lado
En memoria de esos años de juventud salesiana, Pablo comparte que formaban a los chicos bajo el lema Con Cristo en comunidad, construyendo un mundo mejor. “La cosmovisión cristocéntrica y esto de la construcción de un mundo nuevo, le voló la cabeza a Dante; era su obsesión y empezó a proyectar cómo llevar el Evangelio a los jóvenes que por esos años frecuentaban la parroquia, que eran entre 600 y 800. Fue el gran sostén inmovilizado de esos jóvenes, fue una flor dentro de tantas piedras: nosotros éramos las piedras”, considera Toledo.
Pablo, junto con los otros laicos que conforman la asociación por la causa de Dante Di Stéfano, fueron amigos suyos, contemporáneos, compartieron cervezas en la Sociedad Alemana y en la costanera, disfrutaron juntos fiestas, casamientos, y mates en casas de uno y otro.
“Pero nosotros no lo veíamos con los ojos de santidad, para nosotros fue un gran amigo, un queridísimo amigo, fue uno más de nosotros. Cuando entramos a investigar empezamos a entender lo que tuvimos al lado: convivimos con un santo, fuimos felices, y casi que ni nos dábamos cuenta, porque era algo normal”, confiesa.
Dolor y fuerza
La enfermedad degenerativa que padecía Dante, espino-ponto-cerebelosa, avanzaba hora a hora. “Esa cruz de dolor que a él le tocó vivir la administró no solamente para él, sino para todo su entorno. Años después nos enteramos que sufrió muchísimo, pero a la vez que sufría, ofrecía y amaba. Cada día elegía una persona de nosotros y ofrecía el dolor de ese día por la salvación de su alma. Eso es impactante”. “Dante soñó con la renovación y el triunfo de la Iglesia, y ofreció lo que a él le tocó, no renegó de esa cruz, la ofreció para hermosear la Iglesia”, añade.
Pablo recuerda las previas de la misa, en los jardines de la parroquia, cuando le preguntaba a un Dante ya inmovilizado, dónde prefería que lo ubiquen dentro del templo, e invariablemente respondía “cerca del Sagrario”. “Él quería vivir la misa lo más cerca del sagrario, lo más cerca de ese Jesús que le habían presentado. Por eso tanta maravilla en esta vida: la Eucaristía era el centro de todo”, subraya Pablo.
El 31 de julio de 1989, ya agonizando, rodeado de su madre y amigos, tiene la oportunidad de recibir por última vez la comunión. Aunque parecía inconsciente, su madre le pregunta ¿Dante, querés comulgar? “Fueron tres segundos donde él vuelve en sí. El último aliento en su vida antes de fallecer fue un sí, un enorme, ansioso y hermoso sí para recibir ese Jesús que tanto amaba”, recuerda su amigo.
Fe salesiana en acción
Los restos de Dante descansan en la parroquia San Juan Bosco de Santa Fe. En Roma comenzarán a evaluar la heroicidad de sus virtudes en base a testimonios y documentación histórica, para que sea declarado Venerable. El camino hacia la beatificación de Dante Di Stefano es un testimonio de la fe viva y perseverante de aquellos que, a pesar de las dificultades, eligen servir a Dios y a la comunidad con todo su ser.
Fuente: Universidad Católica de Santa Fe