
Cecilia María nació el 5 de diciembre de 1973 del matrimonio de Santiago Sánchez Sorondo y María Teresa Bosch, en San Martín de los Andes, Provincia de Neuquén (Argentina), donde su padre estaba destinado, en ese momento, por ser militar. Era la segunda de diez hermanos y la mayor de las mujeres. Su familia la acompañó y la apoyó durante toda su vida, convirtiéndose poco a poco en la consejera de todos.
Era una persona que destacaba por su gran “don de gentes”: cálida, cercana y acogedora, con una gran capacidad de relación, interesándose siempre por las personas; su compasión la inclinaba hacia los más olvidados: mayores y alejados. Sobresalía por su sencillez en el trato. Era de bajo perfil, no le importaba la moda, y sin embargo gozaba de gran éxito entre sus compañeros. Franca y natural, era ella misma sin aparentar otra cosa. Siempre presuponía la bondad de la gente y no le tenía miedo. Esto la hacía ser tan sincera y decir siempre lo que pensaba. Era muy agradecida y sabía pedir perdón.
Su vocación de carmelita se gestó, mientras cursaba el quinto año de secundaria. Dios se valió de su profesor de teología que le hizo conocer y amar a Santa Teresa, lo que despertó en ella una creciente intimidad con Cristo y un anhelo de consagrarse a Él. Al egresar del colegio, viajó a Europa y quiso conocer el Monasterio de la Encarnación de Ávila. Y al hablar con la tornera sintió «como si hubiera hablado con la misma Santa Teresa… Me puse a llorar y llorar… Me dijo que ella me veía una vocación tan clara como el agua… Interiormente, mientras lloraba, sentí que el amor infinito de Dios, se me ofrecía todo entero. Así como si te enteraras de repente todo el amor que te tiene una persona que vos querés mucho. Pero que nunca jamás te hubieras imaginado que TANTO, TANTO. Me sentí muy chiquita, y como con vergüenza de sentirme amada de esa manera, pero a la vez con una felicidad muy grande y muy dulce, de esas que no se pueden describir» (extracto de su testimonio vocacional).
Ya de regreso, debido a su inseguridad para dar el paso de entrar al Carmelo, comenzó a estudiar la carrera de Fonoaudiología y a los pocos meses se pasó a Letras, pero tampoco perseveró en esto. Finalmente, decide entrar en el Carmelo Corpus Christi de Buenos Aires, donde estuvo 5 meses. La vida allí le gustaba, pero sentía que ese no era su lugar y con todo el dolor del alma, salió. Su desconcierto y sufrimiento fueron grandes, pues pensaba que el Carmelo había sido una ilusión y no un verdadero llamado. Transcurridos tres meses de incertidumbre y duda, gracias al acompañamiento de un Padre Carmelita, experimentó la firme y serena certeza de su llamado y decidió golpear las puertas del Carmelo de Santa Fe hacia donde, desde un primer momento, se había sentido atraída. Se le pidió que estudiara una carrera y después de tener que esperar tres años hasta recibirse de enfermera, pudo ingresar el 8 de diciembre de 1997 recibiendo el nombre en religión de Cecilia María de la Santa Faz.
El 20 de junio de 1998 recibió el Hábito de la Virgen. Su inclinación por el Carmelo se debía en gran parte a que ella quería ser de la Virgen y a que “el Carmelo es todo de María”. El 5 de junio de 1999 realizó su Profesión de votos temporales y el 7 de junio de 2003 selló su desposorio definitivo con Cristo mediante su Profesión Solemne, renunciando, por su Amor, a lo que más quería en el mundo: «mi familia y mis hermanos» (carta a uno de sus hermanos).