Luego de haber vivenciado este Encuentro de Laicos, estamos en condiciones de comenzar a reconocer nuestra realidad en la Arquidiócesis de Santa Fe de la Vera Cruz.
En esta dirección, las conclusiones obtenidas (enlace al documento) de los grupos de trabajo son sumamente valiosas, ya que se configuran como un verdadero punto de
partida para trabajar sobre todas las situaciones que han reflejado: fortalezas, debilidades y oportunidades.
Una certeza asoma en nuestra realidad arquidiocesana: los fieles laicos tenemos un desafío común: transformar la realidad desde Jesús y su Evangelio, a través de un trabajo pastoral misericordioso, inclusivo y sinodal.
Esta misión que nos une y define, sólo podrá lograrse si asumimos la corresponsabilidad evangelizadora como un signo concreto para avanzar en
este momento histórico: no podemos ni debemos ser indiferentes a la realidad actual, y mucho menos, desconocer la necesidad de transformación de la Iglesia y de la sociedad.
Como bautizados, y con la dignidad que nos confiere el mismo Cristo, estamos llamados a ser protagonistas activos de un cambio. Nuestro Papa
Francisco ilumina el camino cuando expresa: “Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva. (…) Gozamos de un espacio de
corresponsabilidad capaz de iniciar y generar nuevos procesos y transformaciones. Seamos parte activa en la rehabilitación y el auxilio de
las sociedades heridas. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna, de ser otros buenos samaritanos que
carguen sobre sí el dolor de los fracasos, en vez de acentuar odios y resentimientos (…) sólo falta el deseo gratuito, puro y simple de querer ser
pueblo, de ser constantes e incansables en la labor de incluir, de integrar, de levantar al caído (…)”
Hoy debemos primar estos encuentros fraternos y revitalizar la experiencia del diálogo entre todos nosotros. “(…) Acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo eso se resume en el verbo “dialogar”. Para encontrarnos y ayudarnos mutuamente necesitamos dialogar. (…) El diálogo persistente y corajudo no es noticia como los desencuentros y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor, mucho más de lo que podamos
darnos cuenta. (…)”
Como verdaderos “artesanos de paz, dispuestos a generar procesos de sanación y de reencuentro con ingenio y audacia”, y en comunión con
nuestros Obispos y sacerdotes, los pastores que nos guían y acompañan, asumimos este nuevo camino con la certeza de que el Espíritu Santo asistirá nuestra misión.
Ponemos bajo el Manto de María de Guadalupe el camino emprendido.
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