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7 febrero de 2025

En vistas a la “Jornada mundial del enfermo”, memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes, que se celebra cada 11 de febrero, Mons. Sergio A. Fenoy dispuso que, durante ese día, los fieles debidamente dispuestos y con las acostumbradas condiciones, puedan conseguir la Indulgencia jubilar en:

  • Parroquia de “Nuestra Señora de Lourdes” de la Ciudad Sede,
  • Capilla “Nuestra Señora de Lourdes” de Bº Altos de Sauce de Sauce Viejo,
  • Capilla “Nuestra Señora de Lourdes” de Helvecia,
  • Capilla “Nuestra Señora de Lourdes” de Ramayón, y
  • Capilla “Nuestra Señora de Lourdes” de San Carlos Sur.

También podrá conseguirse la misma Indulgencia si en ese día, los fieles peregrinan a alguna de las grutas o ermitas, dedicadas a esta querida advocación mariana y se detienen allí unos momentos para orar por los enfermos.
Además, recuerda que los fieles podrán conseguir la Indulgencia Jubilar, con las consabidas condiciones, durante todo el curso del Año Santo, incluso cotidianamente, cuando visiten a los hermanos que se encuentran en necesidad o en dificultad -enfermos, encarcelados, ancianos en soledad, personas con capacidades diferentes, etc.-, como realizando una peregrinación hacia Cristo presente en ellos.

En el Carmelo
Mediante el decreto correspondiente, Mons. Fenoy dispuso que los fieles puedan conseguir la Indulgencia Jubilar si visitan devotamente la Capilla del Convento “San José y Santa Teresa” de las Hermanas Carmelitas Descalzas, y ahí, durante un período de tiempo adecuado, realizan adoración eucarística y meditación, concluyendo con el Padre Nuestro, la Profesión de Fe en cualquier forma legítima e invocaciones a María, Madre de Dios, en los siguientes días:

  • 23 de febrero, pertura de la Investigación de la Causa de Beatificación y Canonización de la Sierva de Dios, Hna. Cecilia María de la Santa Faz,
  • 19 de marzo, solemnidad de San José,
  • 16 de julio (memoria de la Bienaventurada Virgen María del Carmen),
  • 1 de octubre, Santa Teresa del Niño Jesús,
  • 15 de octubre, Santa Teresa de Jesús, y
  • 14 de diciembre, San Juan de la Cruz.

 


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23 diciembre de 2024

«María dio a luz a su Hijo primogénito,  
lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre  
porque no había lugar para ellos en el albergue» (Lc. 2,7)

 

Por un decreto del emperador romano, María y José se vieron obligados a dejar su gente, su casa, su tierra y ponerse en camino para ser censados. En su corazón iban llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría; sus pasos en cambio iban cargados de las incertidumbres y peligros propios de aquellos que tienen que dejar su hogar. 

Lo más difícil fue llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar. Allí, en medio de la oscuridad, en medio de un mundo, que pareciera que quiere construirse de espaldas a los otros, se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios.  

María y José, los que no tenían lugar, son los primeros en abrazar a aquel que en su pobreza y pequeñez denuncia y manifiesta que el verdadero poder y la auténtica libertad es la que cubre y socorre la fragilidad del más débil. 

En los pasos de José y María se esconden nuestros pasos. Muchos de ellos, cargados de esperanza, cargados de futuro. En otros, en cambio, son pasos que tienen solo un nombre: sobrevivencia. 

La fe que ilumina la noche de Navidad, nos mueve a reconocer a Dios presente en todas las situaciones en las que lo creíamos ausente. Él está en el que llega sin avisar, en el que camina por nuestras ciudades, pueblos y barrios, tantas veces irreconocible; en el que golpea nuestras puertas. 

En el Niño de Belén, Dios sale a nuestro encuentro para hacernos protagonistas de la vida que nos rodea, para animarnos a dar espacio a los otros, a no tener miedo a ensayar nuevas formas de relación donde nadie tenga que sentir que en esta tierra no tiene lugar. Se nos ofrece para que lo tomemos en brazos, para que lo alcemos y abracemos. Para que en él no tengamos miedo de tomar en brazos, alzar y abrazar al sediento, al que está de paso, al desnudo, al enfermo, al preso (cf. Mt 25,35-36).  

Dios nos invita a hacernos cargo de los que han sucumbido bajo el peso de esa desolación que nace al encontrar tantas puertas cerradas, por eso, agradezco profundamente el testimonio de tantos hermanos y hermanas que, casi siempre en silencio, y movidos por la imaginación del amor, hacen de sus vidas un don para los demás, ayudándose mutuamente y compartiendo lo que cada uno puede ofrecer, para recordarnos que en este mundo hay lugar para todos y que le Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. 

Estamos a las puertas del Año Santo del 2025, dedicado a la esperanza, que nace del amor y de sentirse amado: Dios nos abraza a todos en su infinita misericordia y nos impulsa a hacer lo mismo. Esto es lo que el Señor nos ha dicho que hagamos, que es amarnos los unos a los otros como Él nos ha amado. 

Pidamos al pequeño Niño de Belén, que su ternura nos mueva a reconocerlo en todos aquellos que llegan a nuestra puerta, a nuestra historia y a nuestra vida.  

¡Feliz Navidad! 

 

+ Sergio Alfredo Fenoy
Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz
Navidad del Señor 2024

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